La geografía de los husos horarios nos enseña que cuando París duerme, Shangai se despierta. Pero pida a un escritor chino y a un escritor francés que le hablen de la noche, no le hablarán del sueño, o muy poco. Tang Ke Yang, joven especialista en literatura comparada, y Martine Laffon, filósofa, tienen demasiada fascinación por la riqueza multiforme de la noche para dejársela a los roncadores. Y el viaje que cada uno nos propone, en torno a la noche en sí – y a su civilización – es una invitación a ver, en la oscuridad, lo que no solemos ver, a contemplar la noche del otro para comprenderse mejor, para comprenderse a uno mismo mejor.
Y es que, según nos dicen, la noche ilumina. Una vez superado el miedo del niño perdido en la oscuridad, se produce una misteriosa alquimia, a través de la cual, la noche, como por sorpresa, nos revela algo del infinito. Tang Ke Yang y Martine Laffon han hecho de ella una experiencia personal, uno descubre en la noche este “espacio de indolencia en nuestra vida fustigada por la razón”, y el otro, para quien el tiempo nocturno da a “conocer lo que el ojo y el resto de sentidos no pueden distinguir, ya que éstos han olvidado lo que sabían tan bien a la luz del día”. Noches en blanco, noches pícaras muy francesas, noches antaño prohibidas en China, donde nadie podía deambular sin un permiso especial, noches de embriaguez y noches de clarividencia, noches de Pascal y de Descartes, durante las que creaban lo mejor de su pensamiento, noches interiores y noches trampas, noches de luminaria, farolillos rojos y farolillos chinos, noches festejadas de la tradición cristiana, noche de escritores y de poetas. De esta selección de evocaciones propuestas por nuestros dos autores podemos obtener un desmentido categórico ante la duda expresada en torno a una página por Martine Laffon: “¿Y si la noche sólo fuera la noche?“
Fecha de publicación: 1999